No hace mucho, a propósito del éxito de la novela y película de "Los Girasoles Ciegos", Muñoz Molina se hacía eco de una especie de doctrina oficial según la cual en España, hasta hace muy poco, no se pudo escribir y casi ni hablar de la Guerra Civil o de la posguerra desde el punto de vista de los vencidos. Pero, añade, “quien dice que sólo ahora se publican novelas o libros de historia que cuentan la verdad sobre la Guerra Civil y la dictadura debería decir más bien que él o ella no los ha leído, o que los desdeñó en su momento porque no estaban de moda, en aquellos atolondrados ochenta en los que la doctrina oficial del socialismo en el poder era la contraria: con lo modernos que ya éramos, qué falta hacía recordar cosas tristes y antiguas”.
Escrito por: Juan Carlos Pérez Manrique
“Qué insulto, qué injusticia para Max Aub – escribe Muñoz Molina- decir que sólo en los últimos años se ha escrito de verdad sobre los vencidos: en los primeros ochenta Alfaguara había publicado ya todos los volúmenes de "El laberinto mágico", que sigue siendo el gran ciclo de novelas sobre la Guerra Civil y la diáspora. También por entonces se reeditaban los tres volúmenes de "La forja de un rebelde", de Arturo Barea, el último de los cuales está el testimonio atroz, contado por un socialista intachable, de los crímenes sin justificación que se cometieron en Madrid entre el verano y el otoño de 1936. La misma angustia moral de Barea, ajena a todo sectarismo, atenta al desgarro de la experiencia humana concreta, está en "Días de llamas", de Juan Iturralde, que es del final de los setenta, o en los relatos insuperables de "Largo noviembre de Madrid", de Juan Eduardo Zúñiga, que combinan la poesía y la ternura, la vaguedad espectral de la fábula con el severo testimonio del sufrimiento, el heroísmo y el despilfarro de las vidas humanas. En los primeros ochenta estrenó Fernando Fernán-Gómez "Las bicicletas son para el verano" y al principio nadie le hizo ningún caso.
Aprendiendo de aquellos maestros, recordando lo que nuestros mayores nos habían contado, algunos de nosotros empezamos publicando ficciones alimentadas por la memoria de la Guerra Civil y la derrota de la República: yo no me olvido de la impresión que me hizo leer en 1985 "Luna de lobos", de Julio Llamazares, donde está el coraje de la resistencia pero también la lenta degradación de quien se ve reducido por sus perseguidores a una cualidad casi de alimaña”.
Aquí, queremos recordar ahora esta obra en la que la concepción heroica que el pueblo tiene del maquis se va entremezclando con la versión “oficial”, la versión franquista del fenómeno de la guerrilla para conseguir, el autor, dar una visión más humana del guerrillero antifranquista. Antes que un héroe, antes que un agente demoníaco, es un hombre. O "La voz dormida", de Dulce Chacón, que se centra en la historia de un grupo de mujeres republicanas que penan en una cárcel de Madrid. Describe su vida cotidiana, sus sufrimientos y alegrías diarios, cediendo la voz a un colectivo que ha sido relegado a segundo plano por no figurar en el frente de batalla. Homenajea así a todas aquellas mujeres que, al igual que ellos, se comprometieron con una causa y lucharon por ella. O "Soldados de Salamina", donde Javier Cercas, a raíz del personaje- escritor que quiere relatar un suceso acontecido durante el conflicto bélico, ahonda en las cuestiones de la memoria colectiva, de la documentación de una novela histórica y de la manera en que se va creando una trama ambientada en el pasado.
El mérito de estas obras no es cuestionable pero lo que sugiere M. Molina es que, tan sólo como un ejercicio, se lean intercaladas con algunos de aquellos libros que no tuvieron el reconocimiento que merecían por el simple hecho de no haber sido escritos teniendo a favor los vientos caprichosos de la moda. Entre ellos, además de los títulos señalados, Muñoz Molina cita también "Las últimas banderas", de Ángel María de Lera, que ganó hacia finales de los años sesenta el Premio Planeta, o "Tres días de julio", de Luis Romero, “que tiene la inminencia trágica de lo que todavía casi no ha sucedido y ya es irreparable”.
El mérito de estas obras no es cuestionable pero lo que sugiere M. Molina es que, tan sólo como un ejercicio, se lean intercaladas con algunos de aquellos libros que no tuvieron el reconocimiento que merecían por el simple hecho de no haber sido escritos teniendo a favor los vientos caprichosos de la moda. Entre ellos, además de los títulos señalados, Muñoz Molina cita también "Las últimas banderas", de Ángel María de Lera, que ganó hacia finales de los años sesenta el Premio Planeta, o "Tres días de julio", de Luis Romero, “que tiene la inminencia trágica de lo que todavía casi no ha sucedido y ya es irreparable”.
Escrito por: Juan Carlos Pérez Manrique
Citando a: Antonio Muñoz Molina
4 comentarios:
Se ha publicado mucho, más de lo que se piensa y si no pues os invitaría a pasaros por mi casa.
En ella dispongo de un auténtico arsenal de libros al respecto, así como documentación muy valiosa. Pero hay una cosa muy clara, el tema desgraciadamente todavía escuece, y mucho, a los unos y a los otros.
Creo que hay personas que desearían zanjar el tema, sin más, pero tenemos que pensar que es nuestra historia, para bien o para mal y debiera ser el momento de empezar a dejar de lado esos rencores que tanto daño han hecho y siguen haciendo a nuestro país.
Hay libros muy bellos que cuentan nuestra guerra civil y os los aconsejo, entre ellos el que tu citas, de Dulce Chacon, La voz dormida, Las trece rosas, y muchos más que ahora no vienen al caso pero que si convendría darles un repasito de vez en cuando.
Efectivamente, la guerra civil española, desde su inicio, ha generado más literatura que la segunda guerra mundial. No digamos nada si elegimos libros editados en el llamado exilio (1939-1976) en Francia, México, Argentina...
Por si interesa, voy a añadir a otro de esos buenos escritores que están en la sombra (es decir, olvidados del poderoso mercado y de las modas políticas): Eduardo de Guzmán, autor, entre otros de El año de la victoria o La muerte de la esperanza.
(Deseo una buena andadura a los club de lectura esta temporada.)
Es verdad que todavía escuece, tanto para los de un lado como para los del otro. Y lo tremendo es que en ambos casos hay parte de razón. Por eso tendríamos que aprender a ver lo que hay de positivo en esta etapa sangrante y tan reciente de nuestra historia. Yo quiero aportar otro título:"Héroes de los dos bandos", de Fernando Berlín, donde se cuentan gestos anónimos de solidaridad en la guerra civil. No es de gran calidad literaria y no se le ha dado mucha publicidad, pero su lectura deja buen sabor de boca.
Muchas gracias, Lavela, por tus ánimos. Espero que tú también lo disfrutes.
¿A quién puede molestar un libro más “Los girasoles ciegos” y la versión cinematográfica para que se atreva a decir que “corre una especie de doctrina oficial por la que hasta hace muy poco no se podía casi ni hablar ni escribir sobre la guerra civil”?
¿A qué oficialidad se refiere? Durante la dictadura se publicaron interesantes libros sobre la guerra, evidentemente, era la versión del bando vencedor. Después, mucho después, fueron apareciendo otras versiones noveladas, era el turno de los vencidos.
El tema escuece, la historia llega a doler...
¿Cómo vamos a ver con normalidad un conflicto que acaba hace 59 años sólamente?
¿Cómo se puede aceptar el enjuiciamiento moral al que están siendo sometidos los vencedores por parte de los vencidos? Dirás que apenas quedan, que están casi todos muertos, demenciados, olvidados de sí y de la historia en la que jugaron un papel secundario, pero quedan sus hijos, sus nietos, queda la memoria de los antepasados que ya no pueden defenderse más que a través de los vástagos.
¿Cómo se puede digerir una forma de gobierno que el general Franco deja diseñada desde la plena conciencia, nombrando heredero a Juan Carlos de Borbón (incluso obligando a que el heredero monárquico legítimo: Juan de Borbón, abdique)?
¿Cómo se puede entender que un golpe de Estado(18-7-1936), después de varios pronunciamientos militares, tenga la llave de nuestra forma actual de organización política y social sin que se pueda cuestionar nada?
Esas inmensas heridas abiertas, no desde la guerra, sino desde el primer año de la victoria, no están curadas. Sangran a borbotones, otras supuran, muchas están vendadas a la espera de que alguien levante el apósito.
Quizá por eso sea necesario que se sigan publicando historias, que se siga repasando la historia y que cada quien desde dónde esté o le hayan colocado pueda seguir defendiendo la memoria de sus muertos.
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